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06 de noviembre de 2025 - Tiempo de lectura 9 min

Prepara tu red corporativa para las exigencias del IoT

Cada vez más empresas se enfrentan al mismo reto: cómo adaptar su red corporativa al ritmo que impone el Internet de las Cosas. No se trata solo de una cuestión técnica, sino de una decisión estratégica que puede marcar la diferencia entre crecer o quedarse atrás. La seguridad, el rendimiento, la personalización del tráfico de datos y la previsión de necesidades futuras son claves para que el modelo de negocio funcione. Con esta visión a largo plazo, tu empresa estará en disposición de aprovechar todo el potencial del IoT, como la reducción de costes, nuevos modelos de negocio, mejora de la experiencia y ventaja competitiva.

En este artículo vamos a abordar algunos de esos puntos claves que debes tener en cuenta a la hora de desplegar tu red IoT con garantías y evitar su colapso.
Prepara tu red corporativa para las exigencias del IoT


Por qué el IoT está a punto de colapsar tu red corporativa

El Internet de las Cosas (IoT) se está convirtiendo en una revolución silenciosa que transforma, desde un segundo plano, cada vez más sectores y modelos de negocio en los ámbitos operativo y logístico. Aunque tenga menos repercusión mediática que otras tecnologías, estrechamente vinculadas con el IoT, como el 5G o la inteligencia artificial, lo cierto es que solo Vodafone España cuenta ya con más de 10 millones de líneas IoT en 2025 y, a escala global, un tercio de las compañías ya aplican el IoT para automatizar procesos. Este crecimiento exponencial, que está garantizado por las capacidades de red de los operadores, plantea, sin embargo, retos muy concretos para la red corporativa.

En primer lugar, hablamos de que infinidad de nuevos dispositivos (sensores, cámaras, actuadores) se conectan, y cada uno de ellos representa un punto de entrada, una carga de tráfico y una latencia potencial. La red corporativa tradicional fue diseñada para gestionar el tráfico “humano” como usuarios de PCs, móviles y, quizá, algunos dispositivos industriales conectados en remoto. Pero no para gestionar decenas de miles de sensores que envían datos regularmente, o cámaras HD que transmiten vídeo de forma continua. Además, la proliferación de modelos híbridos (oficina + nube + edge) y la movilidad creciente han diluido el perímetro tradicional de la empresa, complicando la gestión, la visibilidad y el control del tráfico. Hoy, una red corporativa, sea cual sea el dispositivo conectado o el uso que se le dé, es ubicua.

Ante este panorama, desconocido para muchos, los directivos, emprendedores y especialistas de negocio deben tener presente un mensaje claro: si tu empresa está implantando o piensa implantar aplicaciones de IoT, debes asegurarte de que la red corporativa está preparada. De lo contrario, pueden producirse interrupciones del servicio, latencias inaceptables, fallos de seguridad o costes inesperados. Por tanto, una estrategia de red IoT debe ser una prioridad, pues el ritmo de adopción no da tregua. Otra de las cuestiones que no da tregua, es la ciberseguridad en IoT.

Claves para aislar dispositivos IoT y evitar ciberataques

La proliferación de dispositivos IoT no solo afecta al rendimiento de la red, sino que también introduce riesgos muy elevados de seguridad. Cada conexión es una puerta de entrada que debe ser vigilada. La conectividad masiva de dispositivos implica que cada uno de ellos puede convertirse en un vector de ataque para el robo de datos, la toma de control, la manipulación de actuadores (por ejemplo, en entornos industriales) o, simplemente, la expansión del perímetro de exposición. Ya no se trata solo de las intrusiones en las bases de datos o el secuestro de sistemas, sino de algo más complejo.
Por ello, algunas cuestiones que debes considerar en tu estrategia de red para protegerla son:

  • Segmentación de red: no mezcles dispositivos IoT vulnerables con la red de usuarios o con sistemas críticos de negocio. Crea por ejemplo una VLAN, o mejor aún, un segmento específico de red gestionado para IoT, con su propio acceso, sus propias reglas de firewall, su propio conjunto de políticas.
  • Aislamiento y control de acceso: cada dispositivo debe autenticar, su tráfico debe estar supervisado, y el acceso desde/hacia ese segmento debe quedar limitado (principio de mínimo privilegio).
  • Monitorización continua y respuesta: implementar un SOC (Security Operations Center) o un sistema de detección de amenazas que integre el tráfico IoT.
  • Actualización de firmware y mantenimiento de dispositivos: muchos fallos de seguridad vienen del descuido en la puesta al día del software del dispositivo y/o del chip de red.
  • Política de seguridad específica para IoT: dado que los dispositivos IoT no seguirán las mismas reglas que un PC, conviene definir un marco de gobernanza adaptado (por ejemplo, quién controla qué dispositivo, cuándo se conecta, qué datos transmite, cómo se desactiva, etc.).
Dada la complejidad de la red, aislar los dispositivos IoT del resto es una condición sine qua non para frenar el riesgo de que uno solo de esos objetos conectados comprometa todo el ecosistema corporativo. Y ese es el siguiente aspecto a tener en cuenta: la dimensión de nuestra red IoT.

Dimensiona tu red para soportar el diluvio de datos de sensores y cámaras

Una vez que hemos asegurado la capa de seguridad, el segundo gran reto es optimizar el rendimiento y la escalabilidad. Es decir, definir cuántos dispositivos puede soportar y cómo se dimensiona la red, tanto física como lógica, para el aluvión de datos que genera el IoT.
Algunos factores críticos por determinar son:

  • Volumen de dispositivos y conexiones concurrentes: una red NB-IoT de Vodafone, por ejemplo, permite conectar a cada estación base más de 100.000 dispositivos. Pero no basta con la conectividad, la red corporativa debe prever switches, routers, puntos de acceso, y otros dispositivos que se puedan gestionar con esa densidad.
  • Tráfico de datos y latencia: si hablamos de cámaras HD o de sensores críticos (por ejemplo en industria, logística, salud), necesitaremos infraestructuras con suficiente ancho de banda, baja latencia y fiabilidad.
  • Infraestructura física: la parte más tangible de la instalación como cableado, switches, acceso Wi-Fi/ethernet, fibra óptica, puntos de agregación debe estar en consonancia con la parte digital o de software, como segmentación, QoS, priorización de tráfico, balanceo de cargas…
  • Escalabilidad y crecimiento futuro: los proyectos IoT tienden a crecer una vez iniciados y debes estimar los picos de datos, los periodos de sobrecarga, la agregación de datos en centros de datos o nubes, y la conexión al Edge.
  • Integración con plataformas de gestión de datos: los datos de sensores necesitan ser recolectados, almacenados, procesados en data lakes, plataformas de analytics, etc. En este sentido, las soluciones de Vodafone Empresas en plataformas IoT permiten esta integración.
En resumen, lo que deben preguntarse los directivos no es solo “cuántos dispositivos puedo conectar”, sino “cómo mantengo el rendimiento, la integridad y la fiabilidad de la red a medida que aumentan los dispositivos y los datos”. O, lo que es lo mismo, cómo gestiono mi red IoT.

Gestión simplificada: centraliza el control y la monitorización de dispositivos

A más dispositivos, más datos y mayor complejidad operativa. Si no centralizas la gestión, el mantenimiento y la monitorización, al final tendrás un coste de soporte elevado, mayor riesgo de fallo humano y menor control de la visibilidad global. Pero hay soluciones IoT de sobra:

  • Los cuadros de mando e interfaces unificadas ofrecen una vista del estado de la red y del segmento IoT con alertas en tiempo real y métricas clave, como latencia, tasa de errores, dispositivos desconectados y anomalías. Esto permite al equipo directivo y de operaciones tener visibilidad para la toma de decisiones, que además pueden ser automatizadas con políticas Data Driven.
  • Las herramientas de gestión de red automatizadas son plataformas que detectan los dispositivos IoT conectados, sus estados y su tráfico, y que permiten desplegar políticas automáticamente. Por ejemplo, en las soluciones de Vodafone se hace hincapié en “plataformas de conectividad IoT” capaces de gestionar millones de dispositivos y conexiones simultáneas.
  • Esta automatización de políticas y respuesta permite que, si un dispositivo genera tráfico inusual, la red lo detecte, lo aisle, lo reporte y, si es necesario, lo desconecte. Esto reduce la carga operativa y mejora la seguridad.
  • Todo este control total de la red en tiempo real es posible gracias a un registro y auditoría de dispositivos. Tener un inventario centralizado de todos los sensores, cámaras y actuadores, con su versión de firmware, fecha de instalación y ubicación física, simplifica el cumplimiento normativo (compliance) y la trazabilidad.
  • En cuanto a la aplicación directa a las operaciones diarias, se puede conseguir una reducción de la fragmentación operativa y evitar que cada línea de negocio (por ejemplo, logística, seguridad, producción, etc.) tenga su propia “mini-red IoT” no coordinada al centralizarla. Esto facilita la gobernanza y el alineamiento con la estrategia corporativa.
Para los especialistas de negocio, esto significa que la red IoT ya no es un “proyecto de TI” aislado, sino un activo estratégico que debe gestionarse con métricas, visibilidad y gobierno centralizados. Como dijimos al inicio, se trata de una visión realmente estratégica desde la tecnología.

El futuro de tu red pasa por la segmentación automática y el Edge Computing

Mirando hacia adelante, la infraestructura de red corporativa transformada por IoT va a evolucionar hacia dos tendencias clave: la segmentación dinámica/automática y el procesamiento en el borde (Edge Computing).

La segmentación automática implica que, en lugar de crear manualmente VLANs o subredes aisladas, las soluciones modernas incorporan una segmentación automática basada en políticas, la identidad del dispositivo y el tipo de tráfico, que puede ser crítico o no crítico. Esto permite reducir las latencias operativas, los errores de configuración y mejorar la seguridad.

Por su parte, el Edge Computing procesa los datos en el borde, cerca del dispositivo o de la planta, reduciendo la latencia, el ancho de banda requerido, y mejora la fiabilidad. Cuando los sensores generan un gran volumen de datos, o requieren una respuesta en tiempo real, no siempre conviene enviar todo al centro de datos o a la nube.

Esta estrategia requiere de arquitecturas híbridas nube-edge que combinen los beneficios del procesamiento en el borde con la escalabilidad de la nube, de forma que los datos menos urgentes suban al centro de datos, mientras que la lógica crítica se quede en el edge. La red del futuro también implicará que los dispositivos edge puedan conectarse, configurarse, aislarse y gestionarse remotamente de forma autónoma, con políticas definidas por el negocio y automatización y orquestación de red al borde.

Hasta aquí hemos visto cómo evolucionará tu red cuando la adaptes a la nueva realidad del modelo operativo con IoT. Pero lo que también evolucionará será el propio modelo de negocio, pues más allá de una ecuación binaria de sensores y datos, lo que resultará del producto es una nueva experiencia de usuario, mayor valor añadido y nuevas oportunidades de mercado. Según nuestros datos, el 44 % de las corporaciones que usan IoT destacan que mejora la experiencia del cliente.

Si estás pensando en implantar o ampliar tu red IoT te invitamos a hacerte la siguiente pregunta: ¿puede mi red adaptarse a nuevos dispositivos, nuevos casos de uso, y nuevos destinos de procesamiento como edge, nube o híbrido?

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