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26 de junio de 2025 - Tiempo de lectura 4 min

Digitalizar el agua: la revolución silenciosa del IoT

Por Teresa Llamas

España se encuentra ante un punto de inflexión en la gestión del agua. A la presión creciente del cambio climático, las sequías recurrentes y el envejecimiento de las infraestructuras, se suma ahora una oportunidad histórica: el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del Ciclo del Agua. Con más de 3.000 millones de euros movilizados, el PERTE ofrece el impulso necesario para digitalizar de forma integral el sector hídrico. Y en el centro de esta transformación se encuentra una tecnología que ya está revolucionando otros sectores: el Internet de las Cosas (IoT).

Los datos hablan por sí solos: un cuarto de las tuberías en España tiene más de 40 años y apenas un 17% ha sido renovado en la última década. Este envejecimiento conlleva fugas, roturas y averías que suponen pérdidas diarias de hasta 38 litros por habitante. En total, más de 695.000 millones de litros de agua se pierden al año, según el INE. Y cada gota cuenta. En paralelo, muchas redes urbanas siguen gestionándose con sistemas analógicos, lo que dificulta una respuesta ágil y basada en datos.

No se trata solo de evitar el despilfarro. La gestión deficiente del agua conlleva costes operativos elevados, sobrecarga energética y una menor resiliencia ante sequías, olas de calor o episodios extremos. Ante este panorama, la digitalización del ciclo del agua ya no es solo una opción: es una necesidad estratégica.
Digitalizar el agua, la revolución del IoT


Redes privadas 5G y Edge Computing: decisiones autónomas en tiempo real

La combinación del IoT con tecnologías como las Redes Privadas 5G (RP5G) y el Edge Computing está permitiendo llevar la gestión inteligente del agua a un nuevo nivel. La ultra baja latencia del 5G, junto con la capacidad de procesar datos en el borde de la red (sin pasar por la nube), permite tomar decisiones autónomas de forma casi instantánea. Esto es especialmente útil en sistemas críticos, como la apertura de válvulas, la detección de fugas o el ajuste del bombeo según la demanda. La red puede auto-parametrizarse y responder automáticamente ante eventos, mejorando la eficiencia operativa, la seguridad y la continuidad del servicio.


IoT: sensores que ven lo que no vemos

En este contexto, el IoT se presenta como un habilitador imprescindible. Tecnologías como el NB-IoT permiten desplegar sensores de bajo consumo y alta cobertura capaces de monitorizar en tiempo real el estado de las redes, detectar fugas invisibles, anticipar averías o ajustar el consumo energético. Esta inteligencia distribuida convierte el ciclo del agua en un ecosistema digital donde cada dato cuenta para optimizar recursos, reducir pérdidas y mejorar la calidad del servicio.

El despliegue de tecnologías como el NB-IoT (Narrow Band-IoT) ha marcado un antes y un después. Esta red de baja potencia y gran cobertura permite conectar sensores inteligentes que monitorizan en tiempo real el estado de las redes hídricas, incluso en zonas de difícil acceso o bajo tierra. ¿El resultado? Detección temprana de fugas, mantenimiento predictivo, control de calidad del agua, optimización energética… y decisiones basadas en datos, no en intuiciones.

Gracias a estos sistemas, es posible anticipar fallos, reducir costes, minimizar el tiempo de indisponibilidad y alargar la vida útil de los activos. Ya no se trata solo de arreglar tuberías, sino de prevenir su deterioro.  Eso lo cambia todo.

Y más allá del mantenimiento predictivo o la detección de anomalías, el IoT también facilita el control de parámetros críticos como la calidad del agua (cloro residual, turbidez, contaminación), y permite adaptar la gestión a las necesidades reales de cada territorio, mejorando la planificación y la resiliencia.


Más allá de la tecnología: gobernanza, alianzas y visión

El PERTE del Agua es mucho más que un paquete de ayudas. Es un proyecto de país que reconoce que la escasez hídrica es un desafío estructural, y sitúa la digitalización como la herramienta clave para abordarlo. Con cuatro grandes líneas de actuación —mejora de la gobernanza, digitalización de los organismos de cuenca, programas de ayudas para usuarios y fomento de la formación—, este PERTE busca no solo modernizar redes, sino transformar la cultura de gestión del agua. La creación del Observatorio de la gestión del agua, el impulso a la telelectura, la sensorización inteligente de redes urbanas y agrícolas, o el desarrollo de plataformas interoperables basadas en Big Data son algunas de las piezas esenciales del nuevo modelo. La colaboración público-privada, el foco en la transparencia y la capacitación de los actores implicados completan una estrategia que busca garantizar la seguridad hídrica, fomentar el ahorro, reducir emisiones y situar a España como referencia internacional en gestión hídrica inteligente.

En este sentido, la digitalización del agua no es solo un proceso técnico, sino una transformación cultural. Requiere liderazgo institucional, voluntad política, alianzas público-privadas sólidas y una ciudadanía informada. Las empresas tecnológicas juegan aquí un papel clave, no solo como proveedoras de soluciones, sino como aliadas en la sensibilización, la formación y el diseño de modelos de gobernanza hídrica sostenibles, seguros y basados en datos. Sin olvidar que la ciberseguridad y la interoperabilidad serán tan importantes como el hardware desplegado.


Liderar desde la innovación

España tiene la oportunidad de situarse en la vanguardia de la gestión inteligente del agua. No partimos de cero: contamos con un ecosistema tecnológico sólido, casos de éxito en marcha y una necesidad acuciante de modernización. El IoT puede ser la palanca que articule eficiencia económica, justicia social y sostenibilidad ambiental.

En un mundo donde el agua será cada vez más valiosa y disputada, adelantarse no es un lujo: es una obligación. Tenemos la tecnología, el conocimiento y la financiación. Ahora necesitamos visión y compromiso. El futuro de la gestión del agua no se mide solo en litros, sino en datos. Y España está en condiciones de liderar esa transformación.

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